- Justo Sierra Méndez
- Don Justo Sierra Méndez nació en Campeche, México, el 26 de enero de 1848. Fue hijo del también escritor don Justo Sierra O'Reilly, (1814 - 1861), eminente jurisconsulto, novelista, historiador, y de doña Concepción Méndez Echazarreta. Principió sus estudios en la ciudad de Campeche, su ciudad natal, bajo la tutela del maestro Eulogio Perera Moreno, quien deja profunda huella en él, posteriormente ingresa al colegio Clerical de San Miguel Estrada para después partir a Mérida donde se inscribe en el Liceo Científico y Comercial, sin embargo, es la biblioteca de su padre la que daría mayor solidez a su preparación intelectual inicial. En su adolescencia y después de haber fallecido su padre, en 1861, su tío Luis Méndez lo inscribió en el Liceo Franco Mexicano, de la ciudad de México, continuando más tarde sus estudios en el Colegio de San Ildefonso, donde realizó brillantes estudios y se reveló su vocación literaria. En el Colegio de San Ildefonso se vincula con los jóvenes liberales y maestros progresistas que afirmarán su carácter renovador. Se recibió de abogado en 1871. Siendo apenas un joven publica algunos poemas en el periódico El Globo, en el que participa también, dentro del Consejo de Redacción. En dicho periódico nacería una profunda amistad entre Justo Sierra e Ignacio Manuel Altamirano quien lo pondría en contacto con los intelectuales y poetas del liberalismo. Gracias al maestro Altamirano, ocuparía lugar destacado en las veladas literarias y en el periodismo confirmaría su vocación. Sierra Méndez publicó sus primeros ensayos literarios a partir de 1868. Se da a conocer con "Playera" En el Monitor Republicano publicó sus "Conversaciones del Domingo", cuya parte medular son los relatos que forman el libro Cuentos Románticos. En la revista El Renacimiento, su novela El Angel del Porvenir. Escribió también en El Domingo y en El Siglo XIX y probó suerte, en el género del drama, con su obra Piedad. En sus preocupaciones por la historia, la sociología y la educación, adquirió poco a poco madurez y evidenció sus cualidades en los artículos que escribió en La Tribuna, en La Libertad, de la que fue director hasta la muerte de su hermano Santiago, y en El Federalista. Asimismo, publicó por entregas, en El Mundo, las impresiones de su libro En tierra yankee. En 1873 sufre la muerte de su fraternal amigo Manuel Acuña, a quien le leyó un poema in memorian durante su entierro. Se reúne con los poetas de la Revista Azul y de la Revista Moderna e influye en sus discípulos como Luis G. Urbina, González Obregón, Urueta. Fue varias veces diputado al Congreso de la Unión y Ministro de la Suprema Corte de Justicia en 1894, de la que llegó a ser Presidente y Subsecretario y Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, entre los años de 1901 y 1911. Ocupó durante algunos años la cátedra de Historia en la Escuela Nacional Preparatoria, para la que escribió un libro de texto bien conocido, "Compendio de Historia". Fue uno de los directores de la Revista Nacional de Letras y Ciencias (1889-1890) y colaboró en las principales publicaciones periódicas de su tiempo. Ejerció una influencia muy grande en los medios intelectuales y una vez muerto Ignacio Manuel Altamirano, (1834-1893), fue el maestro que orientó a las nuevas generaciones. El periodismo es para Justo Sierra, lo que agua es al río, permitiéndole colocarse en el gusto de los lectores que han leído sus escritos publicados en El Monitor Republicano, El Renacimiento, La Tribuna (estos dos periódicos anteriores, pertenecientes a Manuel Altamirano), El Federalista, donde su pensamiento de abogado ya se va haciendo presente al publicar artículos de fondo. Sierra se distinguirá por su interés en materia educativa con un pensamiento político nacional e internacional. Desde las páginas de El Federalista, don Justo Sierra defiende al maestro Gabino Barreda, quien introdujo el positivismo para aplicarlo a la educación, posición en la que estaba en desacuerdo don Guillermo Prieto, sin embargo, don Justo también hace explícitos sus puntos de vista con relación al positivismo. En 1878 funda el diario liberal-conservador La Libertad, que se convierte en el diario de cabecera tanto del gobierno como de los intelectuales, por sus propuestas objetivas, serias y atinadas. A la muerte de su hermano Santiago, se aleja de las actividades periodísticas y centra su vida en el magisterio y la oratoria. Siendo diputado lanza un proyecto, que daba a la primaria el carácter de obligatoria, en 1881 será aprobado y desde entonces, Sierra, con una visión clara de las carencias educativas del país, con la firme intención de poner su mejor esfuerzo, se dedicará a mejorar la educación en México. En el mismo año fue aprobado el proyecto de don Justo Sierra para fundar la Universidad Nacional, haciéndose realidad treinta años después, seguida de la posibilidad de impulsar la enseñanza libre. Don Justo Sierra fue atacado en el Congreso porque el sostenía que era mejor continuar con el crédito inglés y no establecer relaciones crediticias con los norteamericanos, considerando que: "Orillar al gobierno a buscar empréstitos con los Estados Unidos, sería el peligro más serio que nuestra nacionalidad hubiese corrido desde la independencia". Prepara el libro "Elementos de Historia General" para las escuelas primarias, conteniendo lecciones sencillas que se adaptaban a cualquier nivel. Funda la Revista Nacional de Letras y Ciencias, en coordinación con Gutiérrez Nájera, Francisco Sosa y Jesús E. Valenzuela, donde publica "La evolución política del pueblo mexicano". En 1893, siendo director de la Escuela Nacional Preparatoria, pronuncia un discurso luctuoso por el fallecimiento de Ignacio Manuel Altamirano. Su visión pedagógica-social lo impulsan a planear propuestas tendientes a realizar cambios en los educadores con relación al concepto de instrucción por el de educación, también propone la unificación de la lengua en todo el país, la autonomía de los jardines de niños, el reconocimiento del magisterio y a nivel superior, la reorganización de las carreras de Medicina, Jurisprudencia, Ingeniería, Bellas artes y Música, así como la promoción de la arqueología elevada a la categoría de ciencia y finalmente, se establecería un sistema de becas para los alumnos más prometedores del país. En la entonces Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, donde fue nombrado titular de ella, Sierra pone en práctica hacia 1905, su anhelado proyecto: dar a la educación primaria el carácter de nacional, integral, laica y gratuita. A él se debió el establecimiento del primer sistema de educación pública en México, y en gran medida la creación de la Universidad Nacional, (1910). Dirigió la publicación de "México, su Evolución Social", (1900 -1902) y de la "Antología del Centenario", (1910). Presidió la Academia Mexicana correspondiente de la Española. Justo Sierra, el que fuera Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes del General Porfirio Díaz, hubo de renunciar a esa encomienda al triunfo de la revolución, sin embargo, dos años después, el Presidente Francisco I. Madero lo designo Ministro Plenipotenciario de México en España. Murió en Madrid el 13 de septiembre de 1912. Su cadáver fue traído a México y sepultado con grandes honores públicos. En el centenario de su nacimiento la Universidad Nacional de México, junto con otras Universidades lo declaró Maestro de América y sus restos fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres. (A iniciativa de don Justo Sierra, se crea en 1880, la Rotonda de los Hombres Ilustres) La obra de Justo Sierra es una de las más ricas y caudalosas de su tiempo. Registra las manifestaciones espirituales y culturales más significativas de la época de grandes cambios que le tocó vivir. Narraciones, poesías, discursos, doctrinas políticas y educativas, viajes, ensayos críticos e historia, forman el valioso material de la obra de Justo Sierra Méndez. La poesía, el teatro y la prosa narrativa, son obras de su juventud; la historia y la obra educativa de su madurez; el periodismo político y la prosa literaria, ejercicio constante a lo largo de toda su vida. Son sus epístolas rica fuente para la historia. Siendo diputado pronunció aquella celebre frase: "el pueblo tiene sed y hambre de justicia". El Maestro Justo Sierra, tuvo la oportunidad, al inaugurar los cursos de la Universidad Nueva, de pronunciar estas palabras que ninguna modernidad puede menospreciar: "Los fundadores de la Universidad de antaño decían: "la verdad está definida, enseñadla"; nosotros decimos a los universitarios de hoy: "la verdad se va definiendo buscadla". Aquellos decías: "sois un grupo selecto encargado de imponer un credo religioso y político resumido en estas palabras: Dios y el Rey". Nosotros decimos: "sois un grupo de perpetua selección, dentro de la sustancia popular, y tenéis encomendada la realización de un ideal político y social que se resume así: democracia y libertad". Y luego la expresión de un pensamiento que esta muy lejos de perder actualidad: "No, no se concibe en los tiempos nuestros que un organismo creado por una sociedad que aspira a tomar parte cada vez más activa en el concierto humano, se sienta desprendido del vínculo que lo uniera a sus entrañas maternas para formar parte de una patria ideal de almas sin patria; no, no será la Universidad una persona destinada a no separar los ojos del telescopio o del microscopio, aunque en torna de ella una nación se desorganice; no la sorprenderá la toma de Constantinopla discutiendo sobre la naturaleza de la luz del Tabor". "El interés de la ciencia y el interés de la patria deben sumarse en el alma de todo estudiante mexicano". Don Justo Sierra, fue hombre universal de su tiempo y logró desempeñar con responsabilidad el ejercicio de los cargos que le demandaron su época y la Nación. A lo largo de su pródiga existencia, Sierra fue escritor pertinaz, pedagogo visionario, ministro sin doblez, Diputado responsable, juez sin queja y Embajador en el ocaso; pero fue, por encima de todas las cosas, un hombre absolutamente convencido de su causa. Como maestro, luchó porque la enseñanza tuviera características universales sin apartarse de la raíz precolombina; propugnó por la sistematización e integración educativas a nivel nacional, y por un método educativo que enseñara a pensar y no a memorizar, como era la moda pedagógica de hace una centuria. Rompió los aislamientos sin perder el nacionalismo ni el amor a la Patria. Con base en el apotegma de la justicia juarista, asumió la enseñanza como un sistema de convivencia y paz. La defensa de sus ideas cobró su factura con acres críticas al maestro que aparecía como un profeta adelantado muchas décadas a la realidad de su tiempo. Fue intransigente en sus principios libertarios; pero flexible para imponerlos a todo el país. En un tiempo de adulación al poderoso, supo hacer de la dignidad una forma de vida política. Con su permanente verticalidad logró el respeto del dictador y aún de la corte de científicos, porque su opinión divergente y opositora la expresó abiertamente y en voz alta, de cara a la Nación. En su concepto de libertad económica Justo Sierra pensaba que la generación de la riqueza debía partir de una responsabilidad ante la sociedad. Las empresas deberían ser las primeras en promover capacitación y educación; y los grandes favorecidos de la fortuna, los primeros obligados a sostener centros de investigación, enseñanza, cultura y bellas artes. En el 150 aniversario de su natalicio su nombre fue inscrito en letras de oro en el recinto de la Cámara de Diputados.
Enciclopedia Universal. 2012.